Navidad en conserva

– Abuelo, abuelo, ¿qué es esto tan viejo? Pone ‘Navidad’ y estamos justo a 24 de diciembre.
– ¿De dónde lo has sacado?
– Del desván. Estaba en el baúl marrón grande que tienes lleno de trastos antiguos. ¿Qué es? ¿Qué es?
– Es una lata. Cuando éramos pequeños, los recuerdos se podían conservar en estos recipientes de metal para luego abrirlos en una ocasión especial y volver a disfrutarlos.
– Hoy es una ocasión muy especial, ¿no te parece? ¿Podemos abrirla?
– Me parece buena idea. Ven aquí a mi lado y presta mucha atención porque no dura mucho tiempo. Lo que vas a ver es la manera en la que vivíamos la navidad hace unos 60 años. Era una época en la que no teníamos demasiadas cosas, pero éramos felices.
El abuelo tira de la anilla y se oye un suave ‘pop’. Retira por completo la tapa de la vieja lata y la habitación se llena de un intenso olor a vainilla y canela, el suelo pasa del frío mármol a la cálida madera, se enciende un fuego con troncos que crepitan dentro de una chimenea de piedra, la mesa se llena de platos con comida de muchas formas, colores y aromas. Hay mucha gente brindando y cantando. En un árbol de verdad aparecen unos cuantos regalos envueltos y un grupo de niños corretean riendo a carcajadas por el salón con un palo de escoba entre las piernas que tiene una cabeza de trapo con la forma de caballo. Samuel no puede apartar su mirada de todo lo que va saliendo de la lata y mira con los ojos muy abiertos y una amplia sonrisa a su abuelo.
Los dulces aromas, las risas, las imágenes se van borrando poco a poco y justo cuando desaparecen del todo, entra la madre de Samuel al salón.
-¿Qué hacéis? El robot está terminando las píldoras de la cena y enseguida pondrá la mesa para cuando vengan los tíos y los primos. Samuel, por favor, cierra la puerta del teletransportador que tu padre está a punto de llegar. Coge la tablet y enciende la chimenea virtual. Ah, y enchufa también el holograma del árbol. Abuelo, toma el mando y cámbiate de ropa, por favor.
– Mamá, ¿dónde está la escoba que compraste en aquel anticuario? ¡Quiero jugar a caballos!
Su madre mira de reojo al abuelo y sonríe.
– Le has abierto al niño una de tus latas de Navidad, ¿verdad?